Mientras más Estados Unidos se va por la vía del fascismo, mientras más se normalice en su supremacismo sin disimule, más Puerto Rico se irá convirtiendo en un país irreconocible, en una nación que dejó de ser. El paradigma colonial con el que nos llevan dominando por 127 años va cambiando rápidamente. De ser un lugar de extracción material y financiera, de experimentación neoliberal y militar vamos convirtiéndonos en una colonia de asentamiento, para el asentamiento de una clase millonaria y billonaria gringa y sus tecno oligarcas sin nacionalidad. Con la ley 60 empezamos a ver a los asentadores convertirse en vecinos, entre ellos, en asentamientos “mixtos” pero con clarísimas congruencias de clase como Dorado Beach. Ahora con las propuestas de “Esencia”, Moncayo, las 1,300 cuerdas de Bieké, Punta Bandera en Luquillo, vemos las intenciones de una clase oligárquica y millo-billonaria apostando por el aislamiento y la acumulación de capital, poder y (nuestra) TIERRA. La crisis por la que naufraga la hegemonía imperial de los Estados Unidos y sus lacayos, la creciente tendencia del mundo que se mueve a otros ejes, creando nódulos que se apartan del centro gravitacional de la unipolaridad gringa, provoca una reacción tóxica, violenta y autodestructiva desde las entrañas del imperio hasta las periferias en dónde habita la perpetua búsqueda de la extracción y el expansionismo.
Los Estados Unidos en colaboración con el Reino Unido recién bombardearon 40 lugares en una noche en dónde asesinaron a por lo menos 57 personas por pertenecer al único país (Yemen) que intenta parar el genocidio en Gaza. Además, los Estados Unidos se ha encargado de regalarle un ejército a israel que se encarga de llevar a cabo el proyecto colonial más nazi que se ha visto desde la muerte de Hitler. Los Estados Unidos amenaza al mundo entero. La reacción de un imperio que implosiona es agarrarse a todo, aunque resulte en el colapso político-económico global.
No quedan dudas de que internamente el estado federal de Estados Unidos acelera hacia un régimen fascista dictatorial. Con una puntualidad típica de fachos, para celebrar el 250 cumpleaños del proyecto de asentamiento colonial y genocida que retumba en los confines de la náusea cada vez que un grupo de gringos grita USA, USA, USA. Coquetean con deleitarnos con el espectáculo más opresivo de la historia. ¿Exagero? Tomando en cuenta que es un hecho que los Estados Unidos se consolidó hace décadas como el imperio más grande y poderoso de la historia mundial, no debemos escatimar cuando hacemos la ecuación en dónde transferimos los niveles de violencia que llevan empleando alrededor del mundo en su gira mundial de violencia imperialista a su recién inaugurado proyecto 2025 en dónde la clase tecno oligárquica, evangelista cristiana, sionista y supremacista blanca pretenden convertir toda persona y comunidad que se desvíe de la ideología, que ahora se distribuye desde la matriz del poder, en una población “excedente”. Podemos estar seguros que el ejercicio mental no peca de sensacionalista, si no que nos dejamos llevar por hechos históricos y sucesos recientes que no tienen precedentes en la historia de este proyecto capitalista. En 3 meses de la inauguración de la presidencia de Trump podemos afirmar que estamos en los tiempos que Lenin describió como “semanas en las que pasan décadas”, incluso podemos hablar de que en días se destruyen décadas de adelantos reformistas. El régimen está desapareciendo a estudiantes (Mahmoud Khalil, Rumeysa Ozturk, etc.) por criticar el estado de israel. Desaparecieron a un líder obrero agrícola (Alfredo “Lelo” Juárez) y declaran abiertamente, como si fueran hombres valientes, que van a desaparecer a muchísimas más personas. Están llevando a lxs desaparecidxs a campos de concentración en dónde lxs mantienen secuestradxs sin acceso a abogadxs, sin acceso a agua, a alimentación, sin acceso tan si quiera a una cama (condiciones ya experimentadas por cientos de miles de inmigrantes bajo las administraciones de Biden y Obama). La administración de Trump degelitimiza las estructuras legales y el poder judicial de su nación estado (que ya de por sí son estructuras opresivas cimentadas en el supremacismo). Están desmantelando los pocos controles que suavizan el contraste de la violencia en los Estados Unidos. Es irrefutable, el camino por el que el imperio corre en la última etapa del capitalismo cada día se parece más al principio de la Alemania Nazi.
¿Y dónde quedamos nosotros, puertorriqueños en la colonia, dentro de todo este contexto? ¿Cómo cambiaría nuestra relación con los Estados Unidos si se convierte en una dictadura de la oligarquía que apesta a tecnofeudalismo?
Es una pregunta difícil, desagradable y dolorosa. La incertidumbre que trae el planteamiento empeora cuando pensamos en ejemplos históricos de los procesos usualmente violentos y represivos por los que pasan las colonias cuando la entidad colonizadora se convierte en una dictadura fascista. Contemplar la posibilidad de que se deshagan las protecciones ambientales que hemos logrado alzar con mucha lucha, sangre, sudor y sacrificio es un ejercicio agonizante y espeluznante. Ante la tendencia beligerante de Trump y los Estados Unidos, las amenazas de anexar a medio mundo excepto a Puerto Rico, su intención de sentarse en el trono imperial junto a sus “lords” tecnomonarcas y su plan de limpieza de la resistencia, podemos atrevernos a pensar que estamos peligrosamente cerca de una tercera guerra mundial en dónde un cuarto Reich (Estados Unidos + israel) busca prolongar su hegemonía de cara a un mundo que despierta con los pies en el fuego suspendido por las ataduras neocoloniales como criatura sacrificial cuyo ritual evoca a los dioses del capital y el misterio del crecimiento infinito.
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