(Miramar, San Juan) – La luz parece que brota de los lienzos. Resaltan destellos dorados, azules, rojos, cobrizos, índigos, entre una flora descomunal que desborda los espacios arquitectónicos de la modernidad de Puerto Rico representados en la magistral muestra de Rogelio Báez Vega, Decadencia tropical.
Marea Ecologista visitó el Museo de Arte y Diseño de Miramar (MADMi) para apreciar las 22 piezas de esta exhibición -en sala desde el 10 de febrero hasta agosto del 2024- y conversar con el artista sobre sus técnicas pictóricas, sus influencias académicas y cómo todo ese (des) conocimiento se vierte en esta muestra.
Decadencia tropical abarca dos salas y tiene cuatro divisiones temáticas: Paraíso, con pinturas de hoteles icónicos de la arquitectura moderna del siglo XX colmadas de fina ironía y humor; Poder, con lienzos de edificios que simbolizan el poder que albergan, como el Tribunal Supremo, la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico (UPR) y el Colegio San Ignacio.
Las obras demarcadas bajo el tema Serenidad agrupan representaciones de proyectos emblemáticos del arquitecto alemán Henry Klumb, invitado por el gobernador de entonces, Tugwell, para trabajar con el Comité de Diseño de Obras Públicas.
Y Utopías fallidas, es una serie de piezas en las que Báez Vega “explora en sus obras con escenarios donde centros comunales parecen desmoronarse hacia el mar o donde escuelas públicas clausuradas desaparecen devoradas por los árboles, enredaderas, yerbajos, mientras las deterioradas condiciones de nuestro sistema de salud quedan plasmadas en una singular perspectiva del Centro Médico”, escribe Marilú Purcell, curadora, en el folleto de la muestra.
“Hay unos elementos de ficción que exagero. Pero trabajo desde la fotografía documental. Hay un trabajo de documentación, en que nos damos cuenta qué es esto. Y de ahí parto, de que reconozcamos los espacios. Le quiero inducir cosas a la obra, como un humor”, comenta Báez Vega, mientras ejemplifica sus argumentos haciendo observaciones puntuales de dos pinturas destacadas bajo el tema Serenidad: el Centro de Estudiantes y la facultad de Ciencias Sociales de la UPR.
Según Purcell, “Báez Vega es un experto que prepara sus propios pigmentos en su taller, donde mezcla con aceite de linaza, cera de abeja y polvo de oro para aplicarlos en múltiples capas a superficies sumamente lisas, preparadas con cuidado. La acumulación de capas de pintura produce un efecto de profundidad y traslucidez”.
“Construyo mi pintura con mucha referencia a la gráfica, antigua y contemporánea, a la serigrafía, al grabado. La mayoría de mi pintura, yo la hago. Tiene mucha cera de abeja y la hace bien densa. Creo una masa bien pastosa que no puedo manejar con un pincel. Tengo que recoger la pintura de la paleta, con un objeto que parece una espátula. Pero las espátulas comerciales, no me gustan, uso tarjetas de crédito”, revela Báez Vega al explicar su faena pictórica.
-Utilizar estos instrumentos para tu obra, ¿requiere un esfuerzo distinto, más físico, que utilizar un pincel?, preguntó Marea Ecologista.
“Resolver una pintura con un pincel es bastante cómodo. Fue en lo que me formé. Y uno lo puede complicar. Pero también hay que crear una marca única. Si tú utilizas la misma pintura que compras de pote, los mismos pinceles, vas a hacer un trabajo bien parecido a otros. Entonces, buscaba cómo construir algo desde la dificultad o técnicas que había aprendido de la construcción”, abunda Báez Vega, al tiempo que repasa oficios que ha aprendido y aplica a su obra, como la ebanistería, albañilería, manejo de morteros y yeso, entre otros.
“(El conocimiento) académico lo tengo. Lo uso, entendiendo cómo alejarme de él. Es una receta bien particular que le digo a los jóvenes ‘cámbialo todo’, porque si no vas a ser un producto bien parecido a otros. Claro, descubro la receta con el tiempo. Llevo más de veinte años pintando”, concluye.
🎥 🎬 : Marcos Pérez Ramírez
🎶 : Bossa Sonsa, Quincas Moreira, YouTube Audio
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