(Nueva York)- Tras estudiar los lagartos Anolis cristatellus de las ciudades puertorriqueñas y sus bosques circundantes, un grupo de investigadoras e investigadores hallaron diferencias físicas y marcadores genómicos paralelos en las poblaciones urbanas, según un nuevo estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Las variaciones genéticas vinculadas a la urbanización subyacen en las diferencias físicas de los lagartos urbanos, como extremidades más largas y dedos más grandes, que muestran cómo estos lagartos han evolucionado para adaptarse a los entornos urbanos.
La urbanización ha transformado drásticamente los paisajes de todo el mundo, cambiando la forma en que los animales interactúan con la naturaleza, creando “islas de calor” con temperaturas más altas y perjudicando la biodiversidad local.
Sin embargo, muchos organismos sobreviven e incluso prosperan en estos entornos urbanos, aprovechando los nuevos tipos de hábitat creados por el ser humano. Los investigadores que estudian los cambios evolutivos de las especies urbanas han descubierto que algunas poblaciones, por ejemplo, experimentan cambios metabólicos derivados de nuevas dietas o desarrollan una mayor tolerancia al calor.
“La urbanización afecta aproximadamente a dos tercios de la Tierra y se prevé que continúe intensificándose, por lo que es importante entender cómo los organismos podrían estar adaptándose a entornos cambiantes”, afirma Kristin Winchell, profesora adjunta de biología en la New York University (NYU) y primera autora del estudio.
“En muchos sentidos, las ciudades nos proporcionan laboratorios naturales para estudiar el cambio adaptativo, ya que podemos comparar las poblaciones urbanas con sus homólogas no urbanas para ver cómo responden a factores de estrés y presiones similares durante cortos periodos de tiempo”, añadió.
Los lagartos Anolis cristatellus -una especie de cuerpo pequeño también conocida como anole crestado puertorriqueño- se encuentran habitualmente tanto en zonas urbanas como boscosas de Puerto Rico. Estudios anteriores de Winchell y sus colegas descubrieron que los Anolis cristatellus urbanos han desarrollado ciertos rasgos para vivir en las ciudades: tienen almohadillas de dedos más grandes con escamas más especializadas que les permiten aferrarse a superficies lisas como paredes y cristales, y tienen extremidades más largas que les ayudan a esprintar por zonas abiertas.
En el estudio PNAS, los investigadores analizaron 96 lagartos Anolis cristatellus de tres regiones de Puerto Rico -San Juan, Arecibo y Mayagüez- comparando los lagartos que vivían en centros urbanos con los que vivían en los bosques que rodeaban cada ciudad.
Primero confirmaron que las poblaciones de lagartos de las tres regiones eran genéticamente distintas entre sí, por lo que cualquier similitud que encontraran entre los lagartos de las tres ciudades podía atribuirse a la urbanización.
Después midieron las almohadillas de los dedos y las patas y descubrieron que los lagartos urbanos tenían las extremidades mucho más largas y las almohadillas de los dedos más grandes, con escamas más especializadas en los dedos, lo que corroboraba su investigación anterior de que estos rasgos habían evolucionado para permitir a los lagartos urbanos prosperar en las ciudades.
Para entender la base genética de estas diferencias, los investigadores realizaron varios análisis genómicos del ADN exómico, las regiones del genoma que codifican las proteínas. Identificaron un conjunto de 33 genes encontrados en tres regiones del genoma de la lagartija que se asociaban repetidamente con la urbanización en todas las poblaciones, incluidos genes relacionados con la función inmunitaria y el metabolismo.
“Aunque necesitamos analizar más a fondo estos genes para saber realmente qué significa este hallazgo, tenemos pruebas de que los lagartos urbanos se lesionan más y tienen más parásitos, por lo que los cambios en la función inmunitaria y la cicatrización de heridas tendrían sentido. Del mismo modo, los anolis urbanos comen comida humana, por lo que es posible que experimenten cambios en su metabolismo”, explica Winchell.
En un análisis adicional, hallaron 93 genes en los lagartos urbanos que son importantes para el desarrollo de las extremidades y la piel, lo que ofrece una explicación genómica a los aumentos en sus patas y almohadillas de los dedos.
“Las diferencias físicas que observamos en los lagartos urbanos parecen reflejarse a nivel genómico”, afirma Winchell. “Si las poblaciones urbanas evolucionan con cambios físicos y genómicos paralelos, podríamos incluso predecir cómo responderán las poblaciones a la urbanización con sólo observar los marcadores genéticos”.
“Comprender cómo se adaptan los animales a los entornos urbanos puede ayudarnos a centrar nuestros esfuerzos de conservación en las especies que más lo necesitan, e incluso a construir entornos urbanos de forma que se mantengan todas las especies”, añadió Winchell.
¿Las diferencias de los lagartos urbanos son aplicables a las personas que viven en ciudades? Según Winchell, no necesariamente, ya que los humanos no están al capricho de los depredadores como los lagartos. Pero los humanos están sometidos a algunos de los mismos factores urbanos, como la contaminación y las temperaturas más altas, que parecen contribuir a la adaptación de otras especies.
Foto: Kristin Winchell
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