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La Coalición Boricua por los Derechos Inherentes de la Naturaleza,una red diversa de personas, comunidades y organizaciones comprometidas con el reconocimiento de la naturaleza como sujeto de derechos en el archipiélago puertorriqueño, celebró la pasada semana el primer Junte Científico: una residencia móvil de cinco días dedicada al diálogo sobre ciencia, justicia ecológica y áreas naturales protegidas.

Durante el Junte, científicas de Ecuador y Puerto Rico compartieron saberes y experiencias en espacios íntimos y viajes de campo a lugares claves como la Reserva Natural La Parguera, el Área Natural Protegida Sierra Bermeja en Lajas, y zonas costeras del municipio de Cabo Rojo, amenazadas por proyectos de desarrollo como el propuesto proyecto Esencia.

“La naturaleza es perfecta, puede subsistir sin nosotros. Debemos preguntarnos, frente a la crisis climática, por qué la naturaleza necesita derechos,” expresó Blanca Ríos Touma, ecóloga con más de 25 años de experiencia en Ecuador.

Desde 2008, Ecuador fue el primer país en el mundo en reconocer constitucionalmente los derechos de la naturaleza, garantizando su respeto integral y su restauración. Hoy, más de 35 países han incorporado conceptos similares en sus sistemas jurídicos, marcando un cambio profundo en la relación entre humanidad y territorio.

“Ni jueces ni abogados entendían al principio lo que significaba tratar a la naturaleza como un sujeto de derecho. Pero poco a poco se fue construyendo ese marco. Hoy, los derechos de la naturaleza ya no son solo un concepto jurídico: ¡están en la calle!”, destacó Elisa Levy-Ortiz, bióloga con más de 18 años de trayectoria en conservación e investigación.

El cierre de la residencia se celebró en la Escuela Alejandro Tapia y Rivera, con un conversatorio público que reflexionó sobre el rol de la ciencia en la defensa de los derechos de la naturaleza, y la necesidad de entrelazar conocimiento ecológico con sensibilidad política, jurídica y cultural.

Las participantes ecuatorianas compartieron aprendizajes de luchas emblemáticas como las de Bosque Los Cedros, Río Monjas y Río Machángara, donde la articulación entre ciencia, comunidad y legislación ha sido clave para sentencias a favor de la naturaleza. Estos intercambios se enriquecieron con la participación de Omar Monzón, especialista en biodiversidad y conservación de la organización Para la Naturaleza.

“La función de la ciencia es transmitir conocimiento sobre cómo funciona la vida. El ser humano es parte de la naturaleza; no podemos seguir viéndonos como algo separado. Por eso es deber de la ciencia ayudar a reconocer nuestra interdependencia, tanto ante la ciudadanía como ante la jurisprudencia,” agregó Ríos Touma.

Desde Borikén, este primer Junte Científico—gestado en colaboración con la Fundación Segarra Boerman y Para la Naturaleza—se enmarca en un proceso más amplio. La Coalición Boricua por los Derechos Inherentes de la Naturaleza promueve el reconocimiento de que la naturaleza tiene una existencia propia y plena: con derecho a existir, florecer y regenerarse libre de daño, dominación o explotación, más allá de los intereses humanos.

“No todo es dato. También necesitamos arte, belleza, afecto y autocuidado. En tiempos de extinción masiva, imaginar cómo queremos vivir es tan crucial como resistir lo que nos amenaza,” afirman Alexandra Hertell y Camila Marambio, co-facilitadoras del Junte Científico.

Las personas interesadas en unirse a la Coalición y participar de los Juntes, pueden visitar:linktr.ee/derechosdelanaturaleza