Siempre nos dicen que el problema energético de Puerto Rico radica en la fragilidad de la infraestructura que conecta las plantas termoeléctricas del sur con la zona de mayor consumo, que es el norte del país. Que ese entramado de miles de millas de líneas de transmisión y distribución nos hace vulnerables. Con ese argumento justifican muchos de los apagones que sufrimos con alta frecuencia.
Pero ahora resulta que la propuesta es generar electricidad no más cerca, sino en la República Dominicana, y sumarle a nuestra ya problemática red terrestre una larguísima conexión submarina. Aunque a algunos les suene prometedora, a mí me resulta problemática por muchas razones.
Instalar paneles solares en la República Dominicana para enviar esa energía a Puerto Rico, como ilustran sus proponentes con un gráfico infantil, carece de sentido técnico y económico. Por ejemplo, ¿cuántos paneles habría que instalar solo para compensar las pérdidas energéticas en ese largo trayecto hasta San Juan? Esa idea de establecer fincas solares en suelo dominicano simplemente no se sostiene, es solo lavado de imagen o ‘greenwashing’.
Aquí la verdadera intención es gasificar a Puerto Rico y el Caribe para fortalecer la economía de los combustibles fósiles. ¿Nos hace menos vulnerables a terremotos y huracanes? Todo lo contrario, es un combo agrandado de riesgos. ¿Será más económica la luz? A otro perro con ese hueso. ¿Nos acerca a las metas de autosuficiencia con energía limpia? No, sino que nos desvía y aleja de esa aspiración nacional que a este gobierno no le interesa cumplir. ¿Nos hace más libres y seguros energéticamente? Si ya sufrimos con LUMA, Genera PR, AES, EcoEléctrica, el negociado, la AEE y el gobierno de Puerto Rico, imagínese añadir a otros intermediarios incluyendo al gobierno de la República Dominicana, a los equivalentes de Genera y LUMA allá para producir y llevar la energía a otro grupo privado que controlará la extensión eléctrica submarina. Y, para colmo de las complicaciones, sería una infraestructura que no estaría lista en el próximo verano, sino de aquí a casi una década, aún saltándose procesos federales de protección ambiental.
Los cables no producen energía, o sea, nos presentan una pieza aislada de un rompecabezas mayor. Toda esta configuración resulta sumamente costosa, con una expectativa de repago por parte de los inversionistas que se esconderá en la factura de luz y que terminarán pagando nuestros nietos y bisnietos. En esencia, es otra hipoteca más que nos mantiene rehenes del mismo problema energético que ha hundido al país en la decadencia.
Llamarle “Hostos” a un cable, además, es ofensivo. Tiene el mismo hedor manipulador de aquel “Vía Verde” para un gasoducto. Esta ruta antillana no es la del maestro Eugenio María de Hostos, quien abogaba por la liberación y la solidaridad entre los pueblos caribeños, no por la dominación del capitalismo salvaje a expensas del sufrimiento de países hermanos.
Desde Casa Pueblo, seguimos impulsando el futuro desde otro enfoque: la democratización de la generación energética, acercándola al punto de consumo. Es decir, en los techos y vecindarios, promoviendo independencia energética real. El recién anunciado Laboratorio Comunitario para la Transición Energética de Casa Pueblo representa un motor de desarrollo económico y una apuesta a futuro con redes de microrredes: un ecosistema capaz de crear fortaleza energética local. En estas redes, la energía puede fluir en ambas direcciones; una microrred puede reforzar a otra y, si una falla, no compromete al resto. Muy distinto al modelo actual, donde un evento en una esquina del país nos deja a oscuras a todos.
Resolvamos nuestros problemas energéticos sin trasladar el daño a nuestros vecinos, como ocurrió cuando nos dijeron que las cenizas tóxicas de AES en Guayama se enviarían a la República Dominicana y allí provocaron una catástrofe ambiental y humana. No se trata de hacer resiliente al problema. Construyamos aquí, en nuestra casa, una transición energética justa para todas las personas y evitemos seguir cayendo en modelos de dependencia.